By: Douglas Figueroa
Ya han transcurrido mas de seis décadas desde nuestro paso por las aulas y laboratorios de la Escuela de Física y Matemática de la UCV (1965 - 1971), cuando en esa época funcionaba en su antigua sede al lado de la Facultad de Ingeniería. Fueron tiempos lejanos que nos dejaron tan gratos e inolvidables recuerdos de nuestra agitada vida de estudiantes, en el diario trajinar deambulando dia y noche por sus pasillos. Son muchas las remembranzas que guardamos de las vivencias estudiantiles tan divertidas que compartimos con mis recordados compañeros de la carrera.
Allí tuvimos el privilegio de contar con un cuerpo selecto de ilustres profesores que contribuyeron a acrecentar nuestro interés por la vocación científica. En especial, dedicaré unas palabras de admiración y agradecimiento para resaltar con mucho cariño la presencia de un destacado e insigne maestro, el Dr Manfred Hunger. El carismático Profe que llegó de Alemania especializado en Física Atómica y Molecular y Resonancia Magnética Nuclear, y desde que él pisó suelo venezolano nos aportó sus conocimientos; dedicado en cuerpo y alma con empeño y pasión a la compleja tarea de la enseñanza de la física experimental, y era una época cuando apenas teníamos una incipiente tradición científica en nuestro país.
Dr. Manfred Hunger (1931 - 2003)
In memoriam
El Profe ejerció una destacada y brillante labor académica, principalmente en la docencia de los laboratorios de la carrera de Física; tuvo una prolífica producción científica que quedó plasmada en su abundante número de publicaciones especializadas sobre el estudio de superficies de sólidos de interés en procesos catalíticos. Desde su laboratorio de investigación dirigió docenas de tesis de grado, siendo el profesor del Departamento de Física reconocido con la mayor productividad en tesistas logrado hasta la época, y dejando así una huella imborrable que sirvió de inspiración a varias generaciones de egresados.
Su enfoque de enseñanza de laboratorio fue mas allá de una simple actividad didáctica para la verificación por la via experimental de las teorías ya establecidas. Él siempre procuraba que averiguáramos cuestiones nuevas que nos acercaran a conocer cómo es la metodología en el quehacer científico experimental, durante el proceso de producción de conocimientos, así siempre íbamos aprendiendo poco a poco estando en la acción.
Su trato personal tan afable cautivó nuestra gran admiración, e inspiraba mucho respeto y aprecio. Con su estilo de enseñanza del laboratorio transmitía un entusiasmo que acrecentaba nuestro interés por la ciencia; nos enseñaba los tejemanejes propios de la actividad experimental; su labor pedagógica con sabiduría contribuía a la búsqueda de soluciones efectivas ante las dificultades.
Entre los diversos proyectos que el Profe a mí me asignó cuando me tocó cursar la secuencia de laboratorios, me viene a la memoria uno sin aparente complejidad que era determinar el tamaño promedio de partículas microscópicas de polvos de Zeolitas, un material que él utilizaba para sus investigaciones sobre procesos catalíticos. El reto era averiguar si eso se podía lograr a partir del análisis del perfil de los picos de Difracción de rayos x, para luego comparar esos resultados con valores obtenidos directamente mediante imágenes de Microscopía electrónica. Este fue un proyecto que nos salió de maravilla y bien gratificante, pues tuvimos la satisfaccción que terminó siendo publicado en esta prestigiosa revista científica:
Manfred Hunger und Douglas Figueroa: « Kristalline und amorphe Grobe von Pulverteilchen » Zeitschrift für Pysicalische Chemie Neue Folge, 91 (1974) 248 -254
La experiencia que tuvimos cuando fuimos sus alumnos nos hizo sentir muy a gusto y fue tan motivante que varios compañeros de mi cohorte, con vocación para la física experimental, estábamos ya entusiasmados y deseosos de culminar el requisito de las asignaturas obligatorias de la carrera para pronto empezar a hacer la tesis de grado en su laboratorio de investigación, que era considerada una granja de pichones de científicos en formación.
Pero lamentablemente esos tiempos coincidieron con la paralización que sufrió la UCV, ocasionada por la nefasta intervención militar del año 1969. Una circunstancia que nos dejó a todos guindando y ante la incertidumbre que se nos presentaba para graduarnos, fue que, junto a mi compañero y compadre Luis Acuña, tomáramos la decisión de irnos a hacer la tesis al IVIC. Recordemos también que por la misma razón del cierre, fue que ocurrió aquella lamentable estampida de compañeros de la licenciatura de Física para terminar de graduarse en la recién creada Facultad de Ciencias de la Universidad de los Andes.
(*) Crónica de mi graduación sin Pompa y Circunstancia de la UCV intervenida (1971)
Este cuento se lo hemos echado en este mismo Blog
https://lasvainasdeunriocaribero.blogspot.com/2023/02/en-1971-ucv-intervenida-acto-de-grado.html
Un percance anecdótico en el
laboratorio de Física:
Muchachos apúrense que por ahí ya viene el Profe Hunger
Cuando cursamos las distintas materias del pensum de la carrera, nos enseñan las dos caras de la física que se complementan, y como sucede en toda ciencia natural, ellas van de la mano. Lo usual es que el profesor de la «teoría» sigue una didáctica basada en modelos matemáticos a punta de tiza y borrador, porque surge la necesidad de recurrir a idealizaciones, imaginando sistemas con objetos puntuales, resortes que no se deforman, e ignorar las asperezas de la fricción, buscando como una primera aproximación, evadir las complicaciones para acercarnos a la situación real.
Pero ya sabemos que así no funciona la actividad en un «laboratorio»; ya que de la teoría a los hechos en verdad puede haber un largo trecho. Esta es una labor compleja y exigente donde se requiere trabajar con el fenómeno en acción, manipulando muchos aparatos y aunque por mas que uno sea muy metódico y cuidadoso en las mediciones, cualquier imprevisto puede suceder, porque la naturaleza, el azar o la mala leche son los que al final tienen la última palabra.
En un laboratorio de física uno tiene que estar con los ojos bien espabilados, pues cualquier descuido nos puede echar una vaina. Recordemos las negligencias humanas que ocasionaron lamentables accidentes nucleares en las plantas de Chernóbil y Fukushima.
Un hecho anecdótico que jamás olvidaremos fue el percance que nos ocurrió aquella tarde durante una sesión de laboratorio, en unos momentos en que el Profe Hunger nos dejó solos porque había salido al cafetín de Ingeniería a tomarse su cafecito. El accidente le sucedió a un compañero con su experimento que usaba el temible mercurio en una bomba difusora para obtener vacío. En un descuido, el mercurio salió succionado por la tubería del sistema, quedando regado por todo el suelo; y ante aquel desespero el compañero entró en pánico pidiéndonos ayuda para que le echáramos una mano.
Los que estábamos por allí cerca tuvimos que acudir a ayudarlo para recoger aquel reguero de relucientes gotas de mercurio, todos apuraditos y nerviosos para que cuando llegara el Profe no se diera cuenta del desastre. Pese a la gravedad de la situación, para algunos compañeros lo tomaron como un juego y se pusieron bochincheros persiguiendo las gotas de mercurio y se morían de la risa en medio de aquel berenjenal, quizás por ignorancia o ingenuidad.
Pero de pronto un compañero desde lo lejos se dió cuenta que el Profe ya venía subiendo por las escaleras y exclamó: ¡Apúrense muchachos que por
ahí ya viene el Profe Hunger!. Pero cuando el Profe se nos aparece con pasos silenciosos, ya era muy tarde y todos asustados esperábamos que iba a reaccionar poniéndose como un Führer enfurecido. La sorpresa fue que,
mas bien él mostrando una cara seria, pero de una sonrisa picaresca, nos
dejó perplejos con esta regañona frase tan lapidaria:
« Qué bolas tienen ustedes carajitos, y ahora sí que la cagaron bien feo. Les advertí que con el mercurio no se juega, porque es muy maligno y traicionero. Así que los que se empatucaron las manos y olieron esos vapores venenosos, ahora se jodieron porque algunos pueden haber quedado afectados con disfunción eréctil e impotencia sexual, quien los manda por pendejos »
Era la primera vez que nuestro querido profe nos hablaba un español con fluidez bien «claro y raspao», sin atropellarlo con su marcado acento alemán. Nos sorprendió, siendo él un caballero de modales tan refinados, se expresó de esa manera para jalarnos las orejas y dejarnos a todos tan asustados y nerviosos, pero bien escarmentados.
Menos mal y gracias a Dios, que no se cumplió esa escalofriante premonición que él nos hizo de jodedera para asustarnos y nos dejó cabezones y muy preocupados. Fue un mal rato que pasamos por culpa del odioso «mercurio», ese chico
tan malo y travieso elemento de la tabla periódica, que nos echó a perder aquella inolvidable jornada del laboratorio.
Las dos caras que presenta la enseñanza de la Física