By Douglas Figueroa
Réquiems para la Escuela Técnica Industrial
Fue un golpe de suerte la oportunidad que yo tuve en 1957 de viajar a Caracas para ingresar en la Escuela Técnica Industrial, eso fue poco antes que cayera la dictadura de Pérez Jimenez. Tenía entonces 16 años y venía de haber estado durante tres largos años en mi lejano pueblo natal Río Caribe sin poder estudiar. En esa época en el pueblo solo podíamos aspirar llegar hasta el sexto grado y eran muy pocos los muchachos afortunados con recursos para viajar y seguir estudiando.
La ETI era la opción de estudios mas atractiva para los jóvenes que no teníamos recursos económicos para optar a carreras largas, pues a los egresados de inmediato nos llovían ofertas de trabajo de empresas por el excelente desempeño profesional demostrado, en especial en la industria petrolera.
Era una institución que gozaba de un bien ganado prestigio, por su exigente nivel académico para la formación de Técnicos en las áreas de Mecánica, Electricidad, Electrónica, Química,
Petróleo o Geología y Minas. El excepcional
cuerpo de docentes era en su mayoría ingenieros y técnicos españoles que llegaron a Venezuela en
condición de exilados de la época de Franco. Ellos traían unas credenciales de primera y valiosísimas experiencias que transmitieron y entregaron con pasión por
la causa de esta escuela.
Fue un privilegio haber recibido formación de esos grandes señores por quienes sentí gran admiración, muchos de ellos también eran profesores en la Facultad de Ingeniería. Por eso al graduarnos de Técnicos se nos reconocían equivalencias en varias asignaturas de Ingeniería en la UCV.
Al fondo el mural emblemático del maestro Mateo Manaure en la fachada de los Talleres de la Escuela Técnica Industrial de Caracas.
Los estudiantes de la ETI muchos éramos unos pueblerinos que llegamos de todos los rincones del país y nos quedamos embelesados por esas lujosas instalaciones de primera integradas a la recien construida Ciudad Universitaria de la UCV. Unas amplias aulas, laboratorios y talleres bien equipados y contando allí mismo con una espléndida residencia estudiantil dotada de dormitorios y servicios de comedor, lavandería y facilidades de recreación y canchas deportivas. Allí cultivé muchos amigos que hablaban en dialectos distintos al mío: Caraqueños, marachuchos, gochos, guaros y llaneros; ellos de mí siempre se reían por tan marcado acento oriental.
En la ETI entrabamos a un Ciclo Básico de dos años de duración con 40 horas de actividades semanales de 8 horas diarias: Medio día de formación teórica en el aula y medio día de actividades prácticas pasando por seis talleres diferentes: Fundición, Ajustaje, Carpintería, Ebanistería, Plomería y Herrería. Desde el primer año ya empezábamos a ver las famosas materias rompe coco: Física, Química y Matemáticas (Las tres Marías).
Boleta de aprobación del Sexto Año de Electrónica
Entre los que fueron mis compañeros de promoción muchos de ellos continuaron sus estudios en la Facultad de Ingeniería de la UCV, donde nos reconocían un grupo de materias por equivalencia, y eso nos permitía alcanzar el grado de ingeniero en menor tiempo que los bachilleres. En mi caso particular yo tomé la decisión de ponerme a trabajar durante un par de años antes de continuar en la universidad y a los pocos días de graduarme me fui a trabajar como Técnico en Telecomunicaciones en los campos petroleros de la Shell en el Zulia.
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Foto publicada en la revista de la Compañía Shell de Venezuela en 1963. |
En los campos petroleros de la Shell tuve una fructífera experiencia profesional al haber trabajado durante un periodo de dos años, pero al mismo tiempo quedé buen bronceado agarrando mucho Sol, encaramado a cada rato en las antenas y sudando la gota gorda en las gabarras
del lago de Maracaibo. Renuncié a la empresa en el año 1965 luego de haber ahorrado unos cobres maracuchos, para
retomar mis estudios y empecé a trabajar como técnico en
el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) pues allí me dieron facilidades
para que pudiera asistir a las clases en la UCV, mientras estudiaba la Licenciatura de Física en la Facultad de
Ciencias. Me gradué en 1971 a un año de haber sido allanada la UCV. Despues el IVIC me envió becado a Inglaterra donde hice el PhD en el área de Resonancia Magnetica Nuclear.
Como cosas del destino a mí me tocó vivir
la amarga experiencia de presenciar el desguace de las instalaciones de la Escuela Técnica Industrial cuando
le fueron adjudicadas a la Facultad de Ciencias de la UCV, lo cual sucedió el mismo año en que yo
estaba al final de mi carrera de física en esa facultad y antes que la mudaran desde Ingeniería.
El primer director que tuvo la ETI fue el Ing. Mecánico Luis Caballero Mejías, (1937 - 1956) un educador que dejó huella con su preciado legado, el invento que revolucionaría la gastronomía venezolana, la harina de maíz precocida. Fue destituido por la dictadura perejimenista después de haberle dedicado toda una vida a la formación de peritos y tecnicos. En el inició de la etapa democrática le encargaron la dirección a Juan Jones Parra, un PhD en Ingeniería Petrolera, profesor de la UCV que venía de ser gerente en la Mobil Oil Company. Luego fue nuestro querido profesor Rafael Tudela Reverter, un ingeniero mecánico que había trabajado en la Creole, y fue director de la Escuela de Petróleo de la Facultad de Ingeniería de la UCV.
Los primeros directores que tuvo la Escuela Técnica Industrial fueron estos tres ilustres personajes: Luis Caballero Mejías, Juan Jones Parra y Rafael Tudela Reverter
En los tiempos de estos tres directores, la ETI vivió una etapa de gran esplendor y crecimiento. Recuerdo la época en que Rafael Tudela propuso aquel maravilloso proyecto de la creación en los terrenos de la ETI de un Instituto Politécnico, para que accediéramos al nivel de educación superior con un enfoque curricular que le diera continuidad a la formación que ya traíamos con habilidades y destrezas, y una clara visión del concepto de ingeniería como disciplina y profesión.
Pero el proyecto de Tudela no se llegó a materializar y fue desechado porque desde los primeros gobiernos que tuvimos en democracia nos agarraron ojeriza y empezaron a dar señales de inadversión y brotes de reconcomio político hacia los estudiantes de la Escuela Técnica por tener un protagonismo muy activo en las protestas estudiantiles. Después que la ETI había vivido una época de esplendor y auge, fue sometida a un proceso gradual de deterioro, siendo estigmatizada y castigada con su cierre definitivo, víctima de la convulsión política que el país estaba viviendo.
Una típica protesta estudiantil en la década de los años sesenta
Los gobiernos de supuesto talante democrático, le eliminaron la residencia estudiantil, luego nos quitaron el ciclo básico y mudaron el comedor estudiantil para un galpón que construyeron en otra zona alejada de la escuela, para evitar que los muchachos se fueran a embochinchar. Finalmente, la rodeararon con un muralla tipo Berlín que la separaba de la ciudad universitaria y mudaron su acceso por la Avenida los Símbolos. Su cierre definitivo se completó en el año 1969 cuando sus instaciones fueron adjudicadas a la Facultad de Ciencias.
Cuando presenciábamos el desmantelamiento de las instalaciones de la ETI para llevárselas a no se donde, no pude evitar que me afloraran sentimientos de mucha tristeza. Me invadió la nostalgia y añoranza al recordar tan hermosos momentos compartidos con mis antiguos compañeros que allí nos formamos y había dejado una honda huella marcando el rumbo de nuestro futuro profesional.
Esa nefasta decisión de clausurar la ETI por razones meramente políticas le ha venido saliendo bien cara a nuestro país. Desde entonces recordemos que ante la ausencia de técnicos, para poder terminar la segunda etapa de la «Represa del Guri», tuvieron que importar un montón de toderos extranjeros pagados en dólares que nos desplazaban de los puestos de trabajo.
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