Reminiscencias de un RioCariloco Arrinconado por el Coronavirus

        Escudriñando el baúl de los recuerdos en tiempos del Coronavirus                       Ante el acecho del implacable coronavirus y a...

Magia, Poder de la Mente y Resonancia

By Douglas Figueroa

El fenómeno de la resonancia consiste en la perturbación periódica de un sistema oscilante, con una excitación externa que es aplicada a la misma frecuencia y en fase con la oscilación natural de ese sistema. 

 

Los péndulos psíquicos en el mundo del ilusionismo son las herramientas favoritas de los clarividentes, pitonisas y sanadores de oficio, porque les atribuyen propiedades esotéricas misteriosas y conexiones místicas con lo espiritual. Las oscilaciones pendulares dejan embelesado y boquiabierto al que acude a esas consultas en busca de soluciones mágicas a sus problemas. Salen muy satisfechos y convencidos de haberse despojado de las energías negativas de la pava, el maldiojo, la mabita y cuanta vaina les afectan. También por este medio pueden ponerlos en contacto directo con el mas allá para que hablen con el espiritu de un muerto.

   

En los shows que presentan los magos tambien vemos que suelen sacar a relucir péndulos para divertir a la gente; con habilidad e ingenio dejan perplejos a la audiencia con sorprendentes trucos que son aparentemente inexplicables. Tanto niños como adultos, se deleitan y quedan impresionados, pero nunca se enteran de como pudieron ser engañados, muchos creen que es un tremendo mago con expléndidos poderes sobrenaturales.


La magia, en una clase de Física puede ser aprovechada como un magnífico recurso didáctico para enseñar deleitando y captar la atención de  los alumnos, despertar su interés y entusiasmo por aprender. Cuando tratamos el tema de la «Resonancia», se les plantea un reto muy gracioso y divertido, el cual consiste en poner a oscilar unos péndulos, mediante la energía colectiva de las «ondas psíquicas» que emanan desde las mentes de los propios alumnos.

 

Utilizamos tres esferitas que pueden oscilar suspendidas por hilos de diferentes longitudes de una misma varilla de soporte. Le pedimos a la audiencia que se pongan de acuerdo en escoger cuál de los tres péndulos quieren poner a oscilar. Una vez que lo han seleccionado, se les pide a todos que deben concentrarse mirando fijamente solamente éste y que no se distraigan con los otros dos péndulos.

 



Una vez que el péndulo escogido toma el ritmo de su oscilación natural, hay que llamarle la atención a aquellos alumnos «saboteadores» que dejen de mirar de reojo a los otros dos péndulos, para asegurarnos de que puedan quedarse quietecitos.
 

          

Indudablemente, que los alumnos a pesar de estar advertidos de que esto se trata de una jodedera para animar la clase, podemos darnos cuenta que algunos chicos o chicas ponen caras de sorpresa e incredibilidad, otros se sonríen y muestran gestos de picardía o curiosidad. Seguramante, ninguno de ellos esperaba que al enfocar todas sus miradas fijamente en una bolita, fueran capaces de ponerla a andar con el poder de sus mentes. 

 

Surgen entonces entre ellos muchas dudas y especulaciones en la búsqueda de satisfacer la curiosidad y darse cuenta de cómo es que les estamos tomando el pelo; percatarse del truco utilizado les puede tomar cierto tiempo y mientras tanto el misterio generado por la FÍSICA sigue en acción.

 

La clave de esta divertida triquiñuela consiste en que los tres péndulos son de largos diferentes y cada longitud determina su ritmo propio de oscilación para tener muy diferentes periodos de tiempo de ida y venida. Asi sale en escena la resonancia cuando, sin que se den cuenta, le damos de manera progresiva y en los momentos oportunos, unos empujoncitos imperceptibles a la varilla de soporte, hasta lograr conseguir entrar en perfecta armonía con el movimiento pendular específico.

 

 

Basta con darle un empujoncito a la varilla en el momento oportuno para que se acople al ritmo natural de vaiven de la bolita correspondiente. Es como cuando estamos empujando un niño en un columpio o meciéndolo en un chinchorro

A la resonancia se le ha encontrado una infinidad de aplicaciones tecnológicas. Es la condición que permite: Seleccionar mediante un circuito eléctrico la estación de radio o TV preferida, recibir la señal específica de la empresa de tu celular, o  pulsando el botón del horno de microondas hacer resonar esas ondas con las vibraciones naturales de las moléculas del agua del alimento, cuyo jamaqueo calienta por fricción.

 

También le sacamos beneficio con la «Resonancia Magnética Nuclear» que permite «visualizar» nuestros órganos para el diagnóstico médico, evitando someterse al efecto dañino de los tradicionales Rayos X. El paciente entra en el campo magnético de un enorme electroimán, donde es irradiado por una onda de radiofrecuencia que resuena con los saltos cuánticos de los protones de los átomos de hidrógeno; esto genera una señal a partir de la cual se construye una imagen que nos revela con lujo de detalles el órgano examinado. 

 

Pero el fenómeno de resonancia a veces llega a ser indeseable y pernicioso, como suele suceder durante los terremotos. Una onda sísmica cuando viaja, en su camino puede encontrar estructuras de edificaciones y puentes que vibran de manera natural con sus propias frecuencias; sí alguna de éstas coincide con el ritmo de la tembladera del suelo, entonces entra en acción la resonancia y desencadena de manera progresiva un incremento incontrolado en la amplitud de las vibraciones de las estructuras, provocando su desplome.

 

 

Recordamos el sismo que estremeció a Caracas la noche del sábado 29 de julio de 1967, con el resultado de un montón de edificios que se desmoronaron como si fueran de juguete. Esta tragedia dejó a su paso en Caracas y en el Litoral, más de 300 personas fallecidas, unos dos mil heridos y muchas pérdidas materiales.

    
 
 
 

Un terremoto estremeció a Caracas el Sábado 29 de Julio de 1967 a las 8:03 pm. Derrumbe del Edificio Mijagual de 10 pisos en la urbanización Los Palos Grandes mientras allí se celebraba una fiesta.

 
 

El colapso de alguna edificación durante esta tragedia es posible que no haya sido algún problema en la geología del suelo, ni defectos de diseño o de mala calidad de los materiales utilizados en la construcción del edificio, sino que pudo ser provocado por el fenómeno físico estremecedor de la RESONANCIA. 

 

Las vibraciones naturales estructurales que tiene toda edificación, ocurren a unas frecuencias específicas que están relacionadas con diversos factores, en especial, dependen de la proporción entre altura y el área de la base del edificio; durante un mismo terremoto los edificios más bajos pueden reaccionar de manera diferente que los más altos. Por eso, cuando la onda sísmica se propaga por una hilera de edificios, a unos «no les hace ni coquito», mientras que otros corren con la mala suerte de que les guste bailar a ese mismo ritmo y «los joden sin piedad».

 ¡Sálvese quien pueda, pero al que le toca, le toca!

 


 

 

 

 

         

 


 

 




 

 


 




 

 

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