Reminiscencias de un RioCariloco Arrinconado por el Coronavirus

        Escudriñando el baúl de los recuerdos en tiempos del Coronavirus                       Ante el acecho del implacable coronavirus y a...

La huevonada de Colón: Él pudo parar un huevo de gallina

 

¿Podrías parar un huevo de gallina?

 

Cuando Colón andaba en busca de financiamiento para emprender su segundo viaje, se encontró con una férrea oposición de la realeza porque ellos consideraban que esa otra misión iba a ser imposible. Según dice la leyenda, Don Cristobal acudió a un encuentro con ricachones y miembros de la nobleza, llevándose en el bolsillo un huevo de gallina para explicarles con vehemencia el asunto que lo tenía obsesionado de darle la vuelta a la Tierra. 

 

Pero estando en esa reunión le cayeron a preguntas y le pusieron muchas objeciones; él estaba empecinado en emprender la nueva aventura y un poco decepcionado, ante tal actitud negativa reaccionó con disgusto, «sacando su huevo» para decirles: 


 « Señores nada es imposible, tampoco ustedes me van a creer que yo puedo

 parar este huevo de punta »

 

Ante el asombro de todos los presentes en esa audiencia, Colón le dió un suave golpe al huevo sin llegar a romperlo, solo le acható ligeramente la base y de esta manera logró que quedara apoyado y bien erguido. Los estupefactos incrédulos se quedaron boquiabiertos, y gracias a esa «graciosa triquiñuela» fue que él pudo convencer a esa cuerda de «pichicatos y pichirres». Por fin decidieron hacer una vaca entre ellos para bajarse de la mula y aflojar los reales que él estaba solicitando. Eso sí, con la condición de que después los Reyes Católicos les descontaran esta donación en la próxima declaración del impuesto sobre la renta.

 

Esta famosa anécdota que fue protagonizada por el almirante está representada en un parque de la ciudad de Sevilla, donde en su honor levantaron una enorme escultura de bronce de un huevo de gallina parado, y quedando la estatua de Colón en su interior. Esta es una de las atracciones de la histórica ciudad, y ese imponente monumento lleva el nombre de «El huevo de Colón»

 

En nuestras clases de física, le enseñamos a los alumnos otros trucos bien sencillos para poner huevos de gallina de punta. Sabemos que este es un reto muy difícil de conseguir y por ello usamos unos métodos que son tan igual de tramposos como el que se le ocurrió a Colón. Claro que nosotros esto lo hacemos como un recurso didáctico buscando siempre mostrar aplicaciones prácticas que logren motivar a los alumnos, y se pongan las pilas para que entiendan bien estos interesantes temas como es el del equilibro de los cuerpos rígidos.

 

 


        Se puede observar que en la mesa hay dos huevos que llaman la atención porque pudimos ponerlos de pie, pero ese efecto en realidad lo hemos conseguido con huevos a los que ya les habíamos extraído la ñema y la clara, puyándolos con una aguja de inyectadora para vaciarles su contenido líquido. Luego a esas cáscaras una vez vacías, les metimos arena muy fina por los dos huequitos en las puntas, que al taparlos casi ni se se les notan. Gracias a este artificio, el centro de gravedad se ubica bien abajo en el fondo de la cáscara; así la arena le dá gran estabilidad y los huevos originales quedaron convertidos en unos «porfiaos».

 

        Pero ahora sí de verdad vamos a mostrarles con el siguiente experimento, lo fácil que es poner de pie un huevo de gallina genuino, y esta vez lo conseguiremos utilizando otra pícara mañosería. Un huevo acostado de lado goza de estabilidad gracias a que el «centro de gravedad» lo tiene bien abajo; pero cuando tratamos de pararlo ese punto lo elevamos, haciendo que el equilibrio se vuelva muy inestable.

 

         ¿Qué es lo que hacemos para vencer la inestabilidad y lograr que el huevo se pueda quedar parado permanentemente? ¡Es un truco muy sencillo, simplemente con disimulo lo vamos acomodando  para que se apoye de diminutos granitos de sal que ya habíamos dejado regados sobre la mesa, sin que nadie se hubiera dado cuenta

 



        Este truco de acomodar el huevo apoyándolo sobre granitos imperceptibles de sal, tiene la ventaja sobre el otro método que se le ocurrió a Cristobal Colón, en que aquí no hay necesidad de espaturrarle una punta al huevo. Sin embargo, siempre habrá gente muy exigente e inconforme que nos dirá que este método es también otra gran «huevonada».

 

huevonada: De huevón y -ada.

1. f. coloq. Col., Guat., Hond., Méx. y Ven. necedad


¿Sabías que? La Real Academia Española ha incorporado «El huevo de Colón»
 
Esta expresión se usa para describir algo que se creía imposible o muy difícil, pero que sin embargo te parecerá muy tonto y sencillo, una vez que veas cómo es que se hace.  

 

 

Este monumento de 45 metros de alto lleva el nombre de «El huevo de Colón» y es una gran atracción turística que tiene Sevilla, la ciudad donde está la tumba de Cristóbal Colón.
«Un homenaje al almirante por haber sido el primero en poner un huevo de gallina de pie»

 

 

* Los videos mostrados son de Demos de Fisica del 2001 que presentamos en la USB junto con los Profesores Gustavo Gutiérrez (†) y José Ruiz. Otros videos se pueden ver en el enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=uraPI7Ey9a4&list=PLq7EsFejy4FEChe453h1LgzURnk63mhjZ&index=2



Los Roba Gallinas parranderos nocturnos

 by Douglas Figueroa


Un sancocho e’gallina robá para animar la parranda


        En lo alto del cerro de la Ermita de nuestra barriada tenemos la capilla de la Virgencita del Carmen, patrona muy adorada por nuestra comunidad de pescadores. El día 16 de julio de cada año repicaban sus campanas y se lanzaban muchos cohetes, cañones y tumba-ranchos; la gente disfrutaba un montón porque esas festividades siempre se celebraban con gran algarabía. 

 

        Al pie del Cerro de la Ermita quedan los patios de las casas de la cuadra donde nosotros vivíamos y cada uno de los vecinos teníamos unos corrales con criaderos de cochinos y aves: pavos, patos, gallos y gallinas. Al llegar la noche, estos patios se quedaban muy solitarios y oscuros, y los fines de semana eran de los lugares mas apetecidos por parranderos que andaban a altas horas nocturnas brincando las empalizás a la cacería de agarrar una picatierra para batuquearla, torcerle el pescuezo y llevarla a la olla de sus sancochos improvisados.  

 



En la época en que los muchachos empezábamos a imitar ciertas costumbres y tradiciones que tenía la gente adulta, era muy común que al llegar el fin de semana inventáramos cualquier pretexto para romper la monotonía improvisando tertulias parranderas. Nos reuníamos en el patio de alguna de las casas, y sentados bajo un frondoso árbol nos divertíamos para conversar y compartir agradables ratos hablando pendejadas y culerías mientras todo el mundo estaba descansando en los brazos de morfeo. 

 

 Cada uno contaba con gracia cachos o anécdotas jocosas y picantes de cuanta vaina le sucedía a los demás o de sus propias vivencias a las que se le sacaban punta, dándole mucho sentido de humor para despertar las risas y carcajadas bajo los efectos de unos buenos guarapazos con caña clara o anisao.

 



No pasaba mucho rato cuando entre uno de los asistentes surgía la idea de animar la parranda con un rico sancocho e'gallina improvisao. A veces la iniciativa salía de alguno de los del grupo que se ofrecía: 

 

«En el corral de mi casa hay gallinas que jode, aunque tenemos un perro que es una fiera, eso no es ningun problema porque les dejo la puerta abierta y del perro me encargo yo»


 Cuando no había quien ofreciera la gallina, nunca faltaba un veterano dispuesto a robarla, porque en la época eso no se consideraba una acción indigna sino mas bien era como un deporte, una gracia muy placentera meterse en corrales ajenos saltando tapias o empalizás. Habían expertos en todo tipo de trucos para burlar los perros rabiosos que rumiaban en los patios, y podían hacer su fechoría sin dejar rastros mientras la gente dormía. 

 

En cuanto a los ingredientes necesarios para acompañar a la gallina al montar la olla, bastaba con ir a tocarle la puerta a la señora Eduarda, quien tenía su bodeguita al pie del Cerro er' Toro que siempre estaba bien surtida de frescas vituayas y a los clientes parranderos los atendía con esmero sin importar la hora de la noche.

 



Cada vez que en alguna casa de la barriada celebraban con una comilona de un sancocho nocturno, al día siguiente se corría la voz y por casualidad, un vecino siempre se percataba de que le faltaba una gallina de su corral. Entonces empezaba con «la averiguadera»: ¿De qué casa sería que había salido tanta bulla de la parranda de anoche? ¿Dónde sería que hicieron ese tan oloroso sancocho?. Luego, el afectado salía a husmear en casas vecinas buscando vestigios de plumas, vísceras y tripas; y disimuladamente echar un ojo pa’ve si habían dejado rastro de candela en algún fogón.

 

Pero la desaparición de una gallina en la barriada no siempre debía ser atribuída a las fechorías de los parranderos nocturnos, porque muchas veces se escapaban ellas solitas, saltando hacia los corrales de los vecinos. Hasta habían unas gallinitas tan malagradecidas que a la hora de poner sus huevos se iban a dejarlos en los patios de otra gente. Para algunos vecinos no causaba extrañeza la aparición repentina de una gallina extraña en su patio y a veces éstos se hacían de la vista gorda, esperando que su dueño no la reclamara. 

 

Esto parece que fue lo que sucedió con una de las gallinas de una tía de mi papá, la señora Mercedes Velásquez, quien era una muy ferviente cristiana, predicadora y líder de la iglesia evangélica local. Ella acostumbraba a llevar para todas partes su biblia debajo del brazo; era muy afectuosa en el trato con sus vecinos, dándoles bendiciones y consejos; para cada ocasión acostumbraba citar unas muy oportunas frases bíblicas que se sabía de memoria.

 

 El día que ella se dio cuenta de la ausencia de una de sus gallinitas, hizo un recorrido preliminar por cada patio de la cuadra, sin lograr encontrar rastro alguno. Pero ella no se dio por vencida y en la noche, pidiéndole al Señor que la ayudara, le llegó la inspiración. Se acordó que había un lugar en el patio de una vecina, la señora Petronila Rondón, al que no había podido acceder el día anterior porque encontró que esa parte era todo un desorden con muchos peroles y cachivaches amontonados.

 

Mi Tía no se dio por vencida, perseveró y muy temprano en la mañana siguiente se acercó de nuevo a casa de Petronila y una vez que llegó a ese lugar inexplorado, se dio a la tarea de «cacarear» como lo hacía su gallinita. Fue un milagro que de inmediato la muy callejera gallina su voz reconociera; fiel y arrepentida le replicó cacareando y con gran alborozo empezó a pegar brincos y a largar plumas por todas partes. 


       Muy contenta, Mercedes puso una cara de felicidad y exclamó de la emoción:

 

«Alabado sea Dios que tan pronto mis plegarias escuchó. Bendito mi Señor que me dijo que mi gallinita estaba aquí»

 

      Pero ante tan seria afirmación, Petronila no se podía quedar callada y muy seria y enojada le respondió:

 

« Un momentico comai Mercé: Ese Señor que te fue con el chisme es un rolo de embustero. De dónde sacó ese carajo que tu gallina iba a estar aquí. Además, qué culpa tengo yo que tu gallina pa'cá saltara, si ella lo que bustaba era que mi gallo se la montara »

 


Figura tomada de: <a href="https://www.freepik.es/vectores/escuela">Vector de Escuela creado por macrovector - www.freepik.es</a>

El Sexómetro: ¿Eres hombre o mujer?

By: Douglas Figueroa 

 

En las actividades diarias de rutina y en los deportes, logramos guardar el equilibrio haciendo siempre reacomodos en las distintas partes de nuestro cuerpo, mediante el trabajo combinado de los músculos. Estos ajustes los hacemos de manera automática cada vez que necesitamos conservar la estabilidad, y es para desplazar nuestro «Centro de gravedad»; ese punto del cuerpo tan especial donde se concentra la atracción de la gravedad terrestre sobre toda nuestra masa corporal. La clave para el equilibrio es que el centro de gravedad lo mantengamos justo por encima de la base de sustentación, de lo contrario corremos el riesgo de volcarnos por la acción del torque de la fuerza de nuestro peso. 

 



Cuando uno está parado con una postura erguida, el centro de gravedad nos queda en un punto ubicado dentro del cuerpo a una altura cerca del ombligo. En esta posición de pie tenemos estabilidad, gracias a que la vertical que pasa por el centro de gravedad queda proyectada directamente a la zona de apoyo en el medio de las plantas de los dos zapatos. Una mujer al quedar embarazada, cambia su postura de manera muy natural, y cuando va caminando, desplaza su propio centro de gravedad echándose hacia atrás, para compensar el efecto adicional del bebé que lleva en su vientre.

 

Una persona joven, normalmente podrá tocar con los dedos de las manos la punta de sus zapatos, sin que tenga que flexionar las rodillas. Pero para lograrlo, inconscientemente se ve en la necesidad de echar su trasero hacia atrás. Al adoptar esta postura inclinada, el centro de gravedad lo desplaza para que salga fuera de su cuerpo, y así la línea de gravedad se mantiene encima del área limitada en la base de soporte de los pies.

 

 


 

Pero si alguien odioso quiere aguarle la fiesta a esta bella gimnasta, puede ponérsela difícil sugiriéndole que antes de intentar el ejercicio, coloque su espalda pegada sobre una pared vertical. Con esta condición ella pronto se dará cuenta que le será imposible llegar a tocarse la punta de sus zapatos; el problema que encuentra al tratar de agacharse es que no puede echar su trasero para atrás. A medida que se inclina, llega a una posición en la que no puede continuar hacia adelante porque siente que está a punto de perder el equilibrio e irse de bruces. Este impedimento se debe a que la línea vertical trazada por su centro de gravedad pronto tiende a salirse de los límites de la base en los zapatos.

 

 

 

¿Qué es lo que hacemos para levantarnos de una silla?        

        Cuando estás sentado en una silla, tu centro de gravedad lo sitúas muy cercano al nivel del ombligo. Si trazamos una línea vertical desde este punto, pasará por debajo de la silla, quedando más atrás de las plantas de tus zapatos. Pero cuando decidas levantarte de la silla, te verás en la necesidad de inclinar el cuerpo hacia adelante y a veces, meter un poco los pies debajo de la silla. De esta manera, desplazas tu centro de gravedad hacia adelante y puedes apoyarte en el suelo mientras te levantas. ¡Si no te habias dado cuenta, intenta verificarlo ahora mismo!

 


        ¿Quieres jugarle una broma a una persona para impedirle que se levante de una silla? Bastará con que uses un solo dedo; apóyalo suavemente sobre su frente. Así ella no podrá echar su cuerpo hacia adelante y por mucho que lo intente una y otra vez, le resultará una «misión imposible» ponerse de pie.

 


Las mujeres lo logran, los hombres fracasan: ¿Por qué será?

        Este es un reto que le planteamos a los estudiantes en nuestras clases para que se den cuenta que: «en física no todo es cuestión de tener fuerzas y energías», porque el supuesto sexo débil goza de cierta destreza de la que carecen los del supuesto sexo fuerte; esta tiene que ver simplemente con la diferencia que tienen en la ubicación corporal de sus centros de gravedad.

        El reto consiste en que la persona se ponga de rodillas en el suelo y en esa posición, trate de tocar un objeto con la punta de su nariz. Previamente, establecemos la distancia de ella al objeto, pidiéndole que coloque sus brazos extendidos sobre el suelo de forma tal que los codos queden apoyados sobre las rodillas y las puntas de los dedos de sus manos estiradas lleguen hasta el objeto, el «sexómetro».


¡Ellas lo logran!

 

¡Ellos fracasan!

 

        Esta es una demostración sencilla que además de ser un recurso didáctico motivante para la enseñanza de la física y los alumnos se divierten un montón. Cada vez que las presentábamos en las clases, ya de antemano sabíamos cual iba a ser el resultado; casi siempre, mientras las muchachas superaban el reto sin tener dificultad, los varones iban fracasando en el intento. La explicación es sencilla: 

 

«En proporción a la altura de una persona, el centro de gravedad en la mujer se encuentra ubicado a varios centímetros mas abajo que en el hombre»

 

         Los varones tenemos los hombros mas anchos, mientras que las mujeres disponen de una abundante masa muscular en las piernas y las caderas. Esta diferencia en la distribución de masas, a ellas les favorece y puedan disfrutar de una mayor estabilidad, es por eso que siempre nos van a ganar en este reto. 

 

        * Los videos aquí mostrados son de las Demos de Fisica del 2001, que presentamos en la USB junto con el Profesor Gustavo Gutiérrez (†). Nuestro agradecimiento va para las alumnas y alumnos que en aquellos recordados tiempos nos ayudaron participando con tanto entusiasmo. Puedes ver mas detalles en el siguiente enlace:

 

https://www.youtube.com/watch?v=zfX3ETvclBc&list=PLq7EsFejy4FEChe453h1LgzURnk63mhjZ&index=1