By: Douglas Figueroa
Por allá en los años 50 cuando éramos unos chamos, en Río Caribe llegamos a tener tres salas de cine: El elegante y señorial «Teatro Elena» y los dos que eran sin techo y tenían bancos rústicos, el «Cine Arismendi» y el «Cine Caribe», con sus pantallas al aire libre bajo a la luz de las estrellas. Cuando anunciaban sus películas del día en cartelones colocados en una acera de la playa, a nosotros nos atraían más las que eran de vaqueros por ser las emocionantes; con caballos al galope, indios tirándole flechas a las diligencias, y buscapleitos armando peos en las cantinas y cayéndose a tiros, puños y silletazos a diestra y siniestra.
El ticket de entrada mas barato costaba Bs 0,50 o «un real» y en raras ocasiones hacían una oferta de «enganche» para que dos personas pudieran entrar con un solo ticket. Pero era una odisea para nosotros lograr reunir ese realito, porque siempre andábamos en una pelazón, o sea, «Pelin Bolin».
Entonces la opción que nos quedaba era subir hasta el cerro de la Capilla del Calvario, ya que desde allí se dominaba visualmente la pantalla del cine Arismendi que estaba al aire libre. Subir hasta allá para ver una película era como ir a un «autocine», con la diferencia que en vez de estar cómodamente dentro de un carro mirando hacia arriba una pantalla, veíamos esa pantalla desde el cerro hacia abajo, sentados sobre unas lajas de piedra; y no había servicios de cotufas, maní y refrescos en una bandeja, que era la costumbre en autocines de la época.
Una noche al estilo Halloween en el Cerro del Calvario
Esa hermosa colina ubicada detrás del viejo cementerio,